¡Hola, lectores! Me gustaría agradeceros a aquellos que me comentáis vuestra opinión de la novela, ya sea a través de la encuesta situada un poco más abajo, en la columna derecha de este blog, o por mis redes sociales. ¡¡Muchas gracias!!
Sin más dilación, el capítulo dos de Lifeblood. ¡Besos!
***
II
Aquella luz
La luz se había encendido de repente.
Arick cerró un poco los ojos, intentando acostumbrarse a la
luminosidad. Estaba de pie, en medio de una gran habitación
enmoquetada y amueblada al más puro estilo victoriano, con muebles
de exquisita ornamentación e intrincados estampados. Se rascó la
sien y alzó una ceja. Aquel sitio le era totalmente desconocido.
Fue a sentarse en uno de los raros
sillones de terciopelo cuando algo lo hizo detenerse en seco: una
niña, aparentemente pequeña, con la piel y el pelo completamente
pálido Se encontraba en el asiento de enfrente. Era albina; su largo
cabello liso y su piel parecían estar hechos de fina y frágil
porcelana. Bajo su ojo derecho, un pequeño lunar desentonaba con la
perfecta blancura de su rostro. Se encontraba encogida sobre sí
misma, arrugando el camisón que llevaba puesto, con las rodillas
entre los brazos, y miraba con una mezcla de timidez y miedo al
chico. Entonces, él se fijó: esos ojos, plateados y brillantes como
el mercurio, que se posaban sobre los suyos y le congelaban la
sangre.
Era ella. La luz que lo había
traspasado la noche anterior. El escalofrío que había recorrido su
columna vertebral. La profunda angustia que había visto en ellos la
última vez se había transformado en simple vergüenza.
-Hola -consiguió decir la niña con un
hilo de voz, tras un largo rato.
-¿Quién eres? -Preguntó Arick sin
rodeos.
La chica vaciló un instante. No le
gustaban las presentaciones.
-Me llamo Agnel. Pero puedes llamarme
Agnes si lo prefieres. Casi todos me acabáis llamando así.
Arick arrugó la nariz. ¿"Casi
todos me acabáis llamando así"? ¿Qué significaba eso?
Se acercó para sentarse en un sillón
cercano e intentar relajar un poco a aquella chiquilla indefensa.
Pero ella se irguió, sobresaltada.
-Tranquilízate, no voy a hacerte daño.
-Ya... -susurró, mirando al suelo-, sé
que no puedes hacerme daño.
Arick no entendía las palabras de
Agnel. La veía muy, demasiado miedosa. Y no entendía por qué.
¿Acaso tenía cara de ogro?
Sonrió por la estúpida pregunta que
se había formulado en su cabeza. Agnel pareció confusa ante esa
reacción. Arick se explicó:
-No quiero asustarte. Soy Arick -abrió
su mano para estrechar la suya-. Encantado.
Agnel miraba su palma extendida en el
aire, sin saber qué hacer exactamente. Haciendo un supremo esfuerzo,
acercó su mano temblorosa hacia la de Arick. Cuando éste fue a
estrecharla, notó cómo su mano se cerraba en torno a la nada,
pasando a través de la de la joven, agarrando el aire. La niña
retiró rápido la mano, cabizbaja y resignada, como si ya se
esperase eso.
Por su parte, Arick no se podía creer
lo que acababa de pasar. ¿Había traspasado la mano de la chica como
si nada?
Un escalofrío recorrió sus entrañas.
¿Acaso era...?
-Un fantasma -pensó en voz alta en un
golpe sordo de voz.
Agnel apretó los labios, pesarosa,
pero no dijo nada. Su expresión abatida hablaba por ella. Arick no
sabía cómo sentirse: asustado, por el hecho de ver fantasmas;
triste, por la desolación que asomaba en el rostro de la joven, o
sorprendido, por poder traspasar cuerpos con la mano.
La aguda vocecilla de ésta lo sacó de
sus pensamientos:
-No soy un fantasma... -Musitó,
encogiéndose más sobre sí misma y enterrando el rostro en sus
rodillas.
Arick quedó conmovido. Pobre muchacha.
Parecía tan... desamparada. Quiso arrimarse a ella y pasarle el
brazo por detrás de la espalda para consolarla, pero recordó que,
si lo hacía, no conseguiría más que levantar una leve brisa.
Suspiró. Lo único que quedaba era hacer preguntas.
-¿Qué es este lugar? -Preguntó,
dando una mirada circular a la habitación.
Agnel levantó la cabeza.
-Es tu mente -le contestó.
Eso al chico lo confundió. Miró a
Agnel, que jugueteabacon su pelo sin mucho interés.
-¿Cómo voy a estar en mi mente?
-Sí, Arick -lo interrumpió con
suavidad-. Estás soñando.
Y la luz se volvió a apagar.
-¡Espera! -Le gritó a la negra
oscuridad, sin respuesta alguna.
Un silencio sepulcral lo llenó todo.
Arick se incorporó sobre el colchón,
empapado en sudor. Eran las ocho de la mañana del sábado. Miró a
su alrededor, perdido; aún creía estar en aquel salón, con aquella
chica. ¿Había sido un sueño? Le había parecido demasiado real.
Entonces lo recordó todo. El callejón,
la sangre y las ambulancias. Y la luz que lo traspasó.
Todo giraba en su cabeza como un
torbellino. Intentó poner orden a sus ideas, sin resultado. Luego,
como en un acto reflejo, contempló sus manos. Las recordaba
temblorosas, manchadas de un rojo espeso y oscuro. Y ahora estaban
bien.
Estaba bien, pero ella había muerto.
La escena al completo volvió a su
cabeza: la llamada, el susurro de la chica, el rojo incesante que
manaba de su costado...
Cerró los párpados con fuerza y trató
de olvidar; sería lo mejor.
Pero costaría.
Se levantó y se estiró como un gato.
Alzó la persiana y dejó que la clara luz del día iluminara su
rostro ojeroso.
Era muy pronto para desayunar, se dijo.
Decidió encender la tele. El primer canal que salió fue el de las
noticias locales. Arick ahogó un grito.
Estaban anunciando el asesinato que
presenció él ayer. Imágenes de la mujer en vida saltaban por todas
partes, y la escena del crimen estaba siendo filmada en directo.
La reportera contaba los hechos:
"En la madrugada del día de
hoy una mujer de treinta y cuatro años de edad ha sido hayada muerta
por una puñalada en la calle Olmeda. Se están investigando las
pruebas, que por el momento no han dado ningún dato relevante. Este
caso se suma a muchos otros sucedidos en condiciones muy parecidas
desde los últimos cinco años. Aún no se sabe la identidad ni el
paradero de este sanguinario asesino en serie..."
Arick apagó la
televisión sin planteárselo dos veces. Ya había escuchado
suficiente. ¿Había muerto más gente así? Por su cabeza pasaron
las ideas más horrorosas y las muertes más atroces que la mente
humana podría concebir. Sacudió la cabeza y apartó de un manotazo
aquellos pensamientos.
Entonces, un llanto
silencioso llegó a sus oídos. Miró hacia atrás, sobresaltado,
pero nadie había entrado a su habitación.
-Clara... No...
-Sollozó una aguda voz en su cabeza; una que creía conocer.
Arick miró a todas
partes, atemorizado.
-¿Q-Quién anda
ahí? -Susurró.
La vocecilla calló.
Arick se relajó un poco, pero no bajó la guardia. Estaba seguro de
que eso no se lo había imaginado él. Y la idea le asustaba, le
asustaba mucho.
Pero más le asustó
lo que pasó después.
Una niña se
materializó en su cuarto, acurrucada sobre la cama. Era Agnel, la
recordaba perfectamente. Sus brillantes ojos la delataban.
La había visto por
el rabillo del ojo, pero cuando giró el rostro para mirarla,
desapareció como si de un espejismo se tratase. Empezó a temblar
como una hoja. ¿Qué diablos estaba pasando allí?
-Arick, soy yo. Ya
me conoces, ¿no? -Musitó la chiquilla.
-Pero qué...
-Soltó sin querer él, abriendo mucho los ojos- ¿Acaso sigo
soñando?
-No, estás
despierto.
Arick no se lo
podía creer. Ahora deliraba. Las secuelas que le había dejado el
accidente de ayer habían sido demasiado profundas. ¿Estaría
enfermo de esquizofrenia ahora?
-Genial, ahora
tengo visiones.
Oyó suspirar a
Agnel en su cabeza.
-No estás loco, te
estoy diciendo que soy real. Estoy en tu mente; solamente tú me
puedes ver y oír.
Arick recibió esa
información como un jarro de agua fría. Se sentó en el borde de la
cama, aún deshecha, mirándose las palmas de las manos.
-¿Cómo vas a ser
real si no tienes ni cuerpo? ¿Cómo sé que no eres un producto de
mi imaginación? Ya te he soñado una vez, ¿por qué no iba a poder
escucharte en mi cabeza?
La voz de Agnel
sonó dolida:
-¡Ya te he dicho
que no soy ninguna alucinación! -Suspiró y, con la voz
repentinamente seria, dijo:- Yo soy un Espíritu. Me he alojado en ti
porque Clara ha muerto -la voz le tembló un poco ante sus propias
palabras, pero rápidamente continuó-. Ahora, tú eres mi huésped.
Arick no sabía
cómo reaccionar a semejante sarta de tonterías. Pero entonces
recordó las últimas palabras de la tal Clara: "Sálvala...
Escóndela..." ¿Acaso se refería a Agnel, y no a sí misma?
El chico intentó
hablar, pero de su garganta no surgió ningún sonido. Agnel
prosiguió:
-Necesito quedarme
aquí, contigo. Si no, me matarán. Me están persiguiendo, y, por el
momento, no me han descubierto. Pero el Sicario es listo, y...
-Eh, un momento -la
interrumpió el chico, alzando la cabeza e intentando recordar-. ¿El
Sicario?
"Huye del
Sicario...", había dicho la mujer. Ahora todo parecía ir
encajando poco a poco.
-Sí. Es un
Espectro, el más sanguinario que ha existido, y quiere acabar
conmigo.
Arick vio de nuevo
en el borde de su campo de visión a Agnel, que volvía a adquirir
esa apariencia indefensa que le había mostrado en su sueño. Sus
ojos estaban anegados en lágrimas, pero el flequillo pálido los
tapaba.
-Y... ¿Por qué
quieren acabar contigo? ¿Qué has hecho?
El rostro de la
chica se tornó sombrío.
-Mi estirpe y la
suya han peleado durante siglos. Ahora, sólo quedamos nosotros dos,
y él está dispuesto a dedicar su vida a buscarme y aniquilarme.
Pero yo no quiero luchar, sólo quiero volver a vivir, poder ver la
luz del sol con mis propios ojos, y no a través de los de un humano
-apretó los puños de rabia contenida. Luego, añadió amargamente-.
Pero ese maldito me obliga a esconderme en el cuerpo del primer
humano que se me cruza, porque si no me detecta muy fácilmente. Es
tan frustrante...
Arick se pasó una
mano por el cabello rubio, agobiado. Parpadeó varias veces. Aún no
había asimilado lo que estaba pasando. Una niña encerrada dentro de
él, un asesino que la quería ver muerta... Pero, ¿cómo se mata a
un espíritu?
-Yo te protegeré
-declaró Arick, muy seguro de sí mismo-. No dejaré que te pongan
un dedo encima.
Agnel lo miró, sin
acabar de creérselo. Pero sus ojos azules y profundos como el mar se
lo afirmaban, no sin una pizca de temor. Ya había visto lo que ese
Sicario le había hecho a Clara; no le extrañaba.
Hubo un silencio
largo, en el que los dos chicos se miraron sin parpadear, el uno
procurando convencerse a sí mismo de lo que decía y la otra
intentando averiguar si le mentía o no.
Agnel rompió ese
silencio.
-Llevo cinco años
provocando la muerte a decenas de personas para sobrevivir. Todas
decían lo mismo y, sin embargo, mira cómo acabaron -hizo una pausa,
en la que trató de evitar que la voz le temblara a causa de las
lágrimas que, con esfuerzo, contenían sus párpados-. Sin excepción
alguna. ¿Crees que así puedo creer lo que dices?
-Tú verás si me
crees o no, pero que sepas que lo voy a hacer.
Agnel miró de
nuevo a Arick, ahora sorprendida. Nunca nadie se lo había planteado
de esa manera. Se sintió un poco aliviada. Su instinto le decía que
podía confiar en él.
La puerta de la
habitación se abrió de golpe. La madre de Arick asomó por el
umbral, recién despierta.
-¿Con quién
hablas, hijo?
-Con nadie
-respondió él, reaccionando lo antes posible.
-Ah... vale. Voy a
preparar el desayuno. Ven pronto a la cocina.
Acto seguido, cerró
la puerta de nuevo. Arick suspiró casi imperceptiblemente. Pero,
¿qué tenía que esconder? Nadie podía ver a Agnel.
-¿Sabes qué?
-Intervino él, hablándole al aire- Creo que prefiero llamarte
Agnes.
Como un pensamiento
que no es el suyo, escuchó el sonido de una dulce risa. Arick
sonrió, y miró a Agnes, pero había vuelto a desaparecer.
"Creo que voy
a tardar en acostumbrarme a esto", se dijo, saliendo de su
cuarto en pos de su desayuno.
***