viernes, 20 de diciembre de 2013

"No son fantasmas..."

¡Hola, lectores! Me gustaría agradeceros a aquellos que me comentáis vuestra opinión de la novela, ya sea a través de la encuesta situada un poco más abajo, en la columna derecha de este blog, o por mis redes sociales. ¡¡Muchas gracias!!
Sin más dilación, el capítulo dos de Lifeblood. ¡Besos!
***

II

Aquella luz

La luz se había encendido de repente. Arick cerró un poco los ojos, intentando acostumbrarse a la luminosidad. Estaba de pie, en medio de una gran habitación enmoquetada y amueblada al más puro estilo victoriano, con muebles de exquisita ornamentación e intrincados estampados. Se rascó la sien y alzó una ceja. Aquel sitio le era totalmente desconocido.
Fue a sentarse en uno de los raros sillones de terciopelo cuando algo lo hizo detenerse en seco: una niña, aparentemente pequeña, con la piel y el pelo completamente pálido Se encontraba en el asiento de enfrente. Era albina; su largo cabello liso y su piel parecían estar hechos de fina y frágil porcelana. Bajo su ojo derecho, un pequeño lunar desentonaba con la perfecta blancura de su rostro. Se encontraba encogida sobre sí misma, arrugando el camisón que llevaba puesto, con las rodillas entre los brazos, y miraba con una mezcla de timidez y miedo al chico. Entonces, él se fijó: esos ojos, plateados y brillantes como el mercurio, que se posaban sobre los suyos y le congelaban la sangre.
Era ella. La luz que lo había traspasado la noche anterior. El escalofrío que había recorrido su columna vertebral. La profunda angustia que había visto en ellos la última vez se había transformado en simple vergüenza.
-Hola -consiguió decir la niña con un hilo de voz, tras un largo rato.
-¿Quién eres? -Preguntó Arick sin rodeos.
La chica vaciló un instante. No le gustaban las presentaciones.
-Me llamo Agnel. Pero puedes llamarme Agnes si lo prefieres. Casi todos me acabáis llamando así.
Arick arrugó la nariz. ¿"Casi todos me acabáis llamando así"? ¿Qué significaba eso?
Se acercó para sentarse en un sillón cercano e intentar relajar un poco a aquella chiquilla indefensa. Pero ella se irguió, sobresaltada.
-Tranquilízate, no voy a hacerte daño.
-Ya... -susurró, mirando al suelo-, sé que no puedes hacerme daño.
Arick no entendía las palabras de Agnel. La veía muy, demasiado miedosa. Y no entendía por qué. ¿Acaso tenía cara de ogro?
Sonrió por la estúpida pregunta que se había formulado en su cabeza. Agnel pareció confusa ante esa reacción. Arick se explicó:
-No quiero asustarte. Soy Arick -abrió su mano para estrechar la suya-. Encantado.
Agnel miraba su palma extendida en el aire, sin saber qué hacer exactamente. Haciendo un supremo esfuerzo, acercó su mano temblorosa hacia la de Arick. Cuando éste fue a estrecharla, notó cómo su mano se cerraba en torno a la nada, pasando a través de la de la joven, agarrando el aire. La niña retiró rápido la mano, cabizbaja y resignada, como si ya se esperase eso.
Por su parte, Arick no se podía creer lo que acababa de pasar. ¿Había traspasado la mano de la chica como si nada?
Un escalofrío recorrió sus entrañas. ¿Acaso era...?
-Un fantasma -pensó en voz alta en un golpe sordo de voz.
Agnel apretó los labios, pesarosa, pero no dijo nada. Su expresión abatida hablaba por ella. Arick no sabía cómo sentirse: asustado, por el hecho de ver fantasmas; triste, por la desolación que asomaba en el rostro de la joven, o sorprendido, por poder traspasar cuerpos con la mano.
La aguda vocecilla de ésta lo sacó de sus pensamientos:
-No soy un fantasma... -Musitó, encogiéndose más sobre sí misma y enterrando el rostro en sus rodillas.
Arick quedó conmovido. Pobre muchacha. Parecía tan... desamparada. Quiso arrimarse a ella y pasarle el brazo por detrás de la espalda para consolarla, pero recordó que, si lo hacía, no conseguiría más que levantar una leve brisa. Suspiró. Lo único que quedaba era hacer preguntas.
-¿Qué es este lugar? -Preguntó, dando una mirada circular a la habitación.
Agnel levantó la cabeza.
-Es tu mente -le contestó.
Eso al chico lo confundió. Miró a Agnel, que jugueteabacon su pelo sin mucho interés.
-¿Cómo voy a estar en mi mente?
-Sí, Arick -lo interrumpió con suavidad-. Estás soñando.
Y la luz se volvió a apagar.
-¡Espera! -Le gritó a la negra oscuridad, sin respuesta alguna.
Un silencio sepulcral lo llenó todo.


Arick se incorporó sobre el colchón, empapado en sudor. Eran las ocho de la mañana del sábado. Miró a su alrededor, perdido; aún creía estar en aquel salón, con aquella chica. ¿Había sido un sueño? Le había parecido demasiado real.
Entonces lo recordó todo. El callejón, la sangre y las ambulancias. Y la luz que lo traspasó.
Todo giraba en su cabeza como un torbellino. Intentó poner orden a sus ideas, sin resultado. Luego, como en un acto reflejo, contempló sus manos. Las recordaba temblorosas, manchadas de un rojo espeso y oscuro. Y ahora estaban bien.
Estaba bien, pero ella había muerto.
La escena al completo volvió a su cabeza: la llamada, el susurro de la chica, el rojo incesante que manaba de su costado...
Cerró los párpados con fuerza y trató de olvidar; sería lo mejor.
Pero costaría.
Se levantó y se estiró como un gato. Alzó la persiana y dejó que la clara luz del día iluminara su rostro ojeroso.
Era muy pronto para desayunar, se dijo. Decidió encender la tele. El primer canal que salió fue el de las noticias locales. Arick ahogó un grito.
Estaban anunciando el asesinato que presenció él ayer. Imágenes de la mujer en vida saltaban por todas partes, y la escena del crimen estaba siendo filmada en directo.
La reportera contaba los hechos:
"En la madrugada del día de hoy una mujer de treinta y cuatro años de edad ha sido hayada muerta por una puñalada en la calle Olmeda. Se están investigando las pruebas, que por el momento no han dado ningún dato relevante. Este caso se suma a muchos otros sucedidos en condiciones muy parecidas desde los últimos cinco años. Aún no se sabe la identidad ni el paradero de este sanguinario asesino en serie..."
Arick apagó la televisión sin planteárselo dos veces. Ya había escuchado suficiente. ¿Había muerto más gente así? Por su cabeza pasaron las ideas más horrorosas y las muertes más atroces que la mente humana podría concebir. Sacudió la cabeza y apartó de un manotazo aquellos pensamientos.
Entonces, un llanto silencioso llegó a sus oídos. Miró hacia atrás, sobresaltado, pero nadie había entrado a su habitación.
-Clara... No... -Sollozó una aguda voz en su cabeza; una que creía conocer.
Arick miró a todas partes, atemorizado.
-¿Q-Quién anda ahí? -Susurró.
La vocecilla calló. Arick se relajó un poco, pero no bajó la guardia. Estaba seguro de que eso no se lo había imaginado él. Y la idea le asustaba, le asustaba mucho.
Pero más le asustó lo que pasó después.
Una niña se materializó en su cuarto, acurrucada sobre la cama. Era Agnel, la recordaba perfectamente. Sus brillantes ojos la delataban.
La había visto por el rabillo del ojo, pero cuando giró el rostro para mirarla, desapareció como si de un espejismo se tratase. Empezó a temblar como una hoja. ¿Qué diablos estaba pasando allí?
-Arick, soy yo. Ya me conoces, ¿no? -Musitó la chiquilla.
-Pero qué... -Soltó sin querer él, abriendo mucho los ojos- ¿Acaso sigo soñando?
-No, estás despierto.
Arick no se lo podía creer. Ahora deliraba. Las secuelas que le había dejado el accidente de ayer habían sido demasiado profundas. ¿Estaría enfermo de esquizofrenia ahora?
-Genial, ahora tengo visiones.
Oyó suspirar a Agnel en su cabeza.
-No estás loco, te estoy diciendo que soy real. Estoy en tu mente; solamente tú me puedes ver y oír.
Arick recibió esa información como un jarro de agua fría. Se sentó en el borde de la cama, aún deshecha, mirándose las palmas de las manos.
-¿Cómo vas a ser real si no tienes ni cuerpo? ¿Cómo sé que no eres un producto de mi imaginación? Ya te he soñado una vez, ¿por qué no iba a poder escucharte en mi cabeza?
La voz de Agnel sonó dolida:
-¡Ya te he dicho que no soy ninguna alucinación! -Suspiró y, con la voz repentinamente seria, dijo:- Yo soy un Espíritu. Me he alojado en ti porque Clara ha muerto -la voz le tembló un poco ante sus propias palabras, pero rápidamente continuó-. Ahora, tú eres mi huésped.
Arick no sabía cómo reaccionar a semejante sarta de tonterías. Pero entonces recordó las últimas palabras de la tal Clara: "Sálvala... Escóndela..." ¿Acaso se refería a Agnel, y no a sí misma?
El chico intentó hablar, pero de su garganta no surgió ningún sonido. Agnel prosiguió:
-Necesito quedarme aquí, contigo. Si no, me matarán. Me están persiguiendo, y, por el momento, no me han descubierto. Pero el Sicario es listo, y...
-Eh, un momento -la interrumpió el chico, alzando la cabeza e intentando recordar-. ¿El Sicario?
"Huye del Sicario...", había dicho la mujer. Ahora todo parecía ir encajando poco a poco.
-Sí. Es un Espectro, el más sanguinario que ha existido, y quiere acabar conmigo.
Arick vio de nuevo en el borde de su campo de visión a Agnel, que volvía a adquirir esa apariencia indefensa que le había mostrado en su sueño. Sus ojos estaban anegados en lágrimas, pero el flequillo pálido los tapaba.
-Y... ¿Por qué quieren acabar contigo? ¿Qué has hecho?
El rostro de la chica se tornó sombrío.
-Mi estirpe y la suya han peleado durante siglos. Ahora, sólo quedamos nosotros dos, y él está dispuesto a dedicar su vida a buscarme y aniquilarme. Pero yo no quiero luchar, sólo quiero volver a vivir, poder ver la luz del sol con mis propios ojos, y no a través de los de un humano -apretó los puños de rabia contenida. Luego, añadió amargamente-. Pero ese maldito me obliga a esconderme en el cuerpo del primer humano que se me cruza, porque si no me detecta muy fácilmente. Es tan frustrante...
Arick se pasó una mano por el cabello rubio, agobiado. Parpadeó varias veces. Aún no había asimilado lo que estaba pasando. Una niña encerrada dentro de él, un asesino que la quería ver muerta... Pero, ¿cómo se mata a un espíritu?
-Yo te protegeré -declaró Arick, muy seguro de sí mismo-. No dejaré que te pongan un dedo encima.
Agnel lo miró, sin acabar de creérselo. Pero sus ojos azules y profundos como el mar se lo afirmaban, no sin una pizca de temor. Ya había visto lo que ese Sicario le había hecho a Clara; no le extrañaba.
Hubo un silencio largo, en el que los dos chicos se miraron sin parpadear, el uno procurando convencerse a sí mismo de lo que decía y la otra intentando averiguar si le mentía o no.
Agnel rompió ese silencio.
-Llevo cinco años provocando la muerte a decenas de personas para sobrevivir. Todas decían lo mismo y, sin embargo, mira cómo acabaron -hizo una pausa, en la que trató de evitar que la voz le temblara a causa de las lágrimas que, con esfuerzo, contenían sus párpados-. Sin excepción alguna. ¿Crees que así puedo creer lo que dices?
-Tú verás si me crees o no, pero que sepas que lo voy a hacer.
Agnel miró de nuevo a Arick, ahora sorprendida. Nunca nadie se lo había planteado de esa manera. Se sintió un poco aliviada. Su instinto le decía que podía confiar en él.
La puerta de la habitación se abrió de golpe. La madre de Arick asomó por el umbral, recién despierta.
-¿Con quién hablas, hijo?
-Con nadie -respondió él, reaccionando lo antes posible.
-Ah... vale. Voy a preparar el desayuno. Ven pronto a la cocina.
Acto seguido, cerró la puerta de nuevo. Arick suspiró casi imperceptiblemente. Pero, ¿qué tenía que esconder? Nadie podía ver a Agnel.
-¿Sabes qué? -Intervino él, hablándole al aire- Creo que prefiero llamarte Agnes.
Como un pensamiento que no es el suyo, escuchó el sonido de una dulce risa. Arick sonrió, y miró a Agnes, pero había vuelto a desaparecer.
"Creo que voy a tardar en acostumbrarme a esto", se dijo, saliendo de su cuarto en pos de su desayuno.


***

miércoles, 18 de diciembre de 2013

"Él debe salvarla..."

Antes de nada, me gustaría comentar algunas cosas sobre esta novela on-line. No sé cuán a menudo escribiré nuevos capítulos. Depende del número de visitas y lecturas de las entradas, del tiempo del que disponga, y todos esos aburridos factores que engloba la "inspiración". Pero, fuera de todo eso, espero que disfrutes de la pequeña idea que he concebido, y más aún que te deje enganchado o enganchada para leer el siguiente capítulo.
Gracias por estar leyendo esto. Ahora... ¡Acción!
***

I
Última voluntad

La noche se le había echado encima en cuanto se había despistado un poco. Ahora, a Arick le tocaba llegar a casa a la carrera para que su padre no le echara la bronca. Siempre le pasaba igual; al salir de las clases de taekwondo, sus compañeros lo convencían para dar una vuelta o tomar algo. Y, cómo no, se le había pasado la hora. Además, con lo pronto que anochecía en invierno, la oscuridad se había hecho más consistente cuando apenas habían dado las siete de la tarde.
Aceleró el paso y comenzó a correr, dando grandes zancadas bajo la luz de las farolas de la ciudad. A los pocos minutos, su respiración ya comenzó a acelerarse. Se retiró el cabello rubio de los ojos y se ajustó bien la mochila a la espalda para que no dificultase mucho la tarea. Debía llegar cuanto antes, sin más distracciones.
Pero el bulto ensangrentado que había tirado en el suelo de la callejuela que acababa de dejar a su izquierda no le pasó desapercibido.
El chico frenó en seco y parpadeó un par de veces. Volvió sobre sus pasos, creyendo habérselo imaginado. Pero no, allí había algo. Se acercó con cautela, y entonces alcanzó a ver lo que había en la semioscuridad: una mujer de unos treinta años de edad yacía boca abajo sobre los adoquines, entre los que discurría la sangre, aún caliente. Arick retrocedió y ahogó un grito, con el miedo relampagueando en su profunda mirada azul. Era una imagen horripilante y turbadora. Se echó una mano al pecho, a punto de sufrir un ataque al corazón. Sentía cómo el pulso empezaba a temblarle. Quiso salir corriendo de allí, buscar ayuda, u olvidar lo que había pasado y dejarlo en una simple pesadilla, pero ni las piernas le respondían.
Respiró hondo y buscó algo de tranquilidad para reaccionar cuanto antes. Consiguió sacar el móvil de su bolsillo para llamar a una ambulancia. Marcó el teléfono, y alguien lo descolgó a los pocos segundos.
-112, ¿Qué desea?
-So-Socorro, he encontrado un cadáver, necesito ayuda... -Apenas lograba terminar las palabras que se le apelotonaban en la garganta e intentaban salir todas de una sola vez, ahogándolo.
-Tranquilícese. Díganos la calle, por favor.
-S-Sí, claro -respondió, mirando a su alrededor, buscando algún cartel con el nombre del callejón-, la Calle Olmeda número...
Sus palabras se vieron interrumpidas por un débil gemido que provenía del bulto. Arick se acercó de nuevo, dejando el móvil de lado y arrodillándose ante la mujer. Había sido tan tonto que se había olvidado de comprobar el pulso de aquella persona, por si las moscas.
La mujer, con el rostro contraído en una horrible mueca de dolor, se giró hacia él, haciendo un esfuerzo sobrehumano. El sudor frío se perlaba en gruesas gotas sobre su frente. El chico observó el charco de sangre negruzca que se había formado alrededor de ella y se encontró temblando violentamente al instante. No sabía cómo ayudarla.
Procedente del móvil se oía un leve "¿oiga?...", pero él no podía escucharlo en ese momento. Sólo sentía el latido de su corazón en las sienes.
La mujer respiraba entrecortadamente, y apenas pudo vocalizar las palabras que surgieron de su seca garganta:
-Por favor, sálvala... Escóndela... Huye del Sicario...
La última parte de la frase salió ya muerta por sus labios con su último suspiro. Arick vio cómo el brillo de la vida desaparecía como un soplo de sus ojos. Cogió su mano ensangrentada pero aún caliente y le buscó el pulso, en un intento desesperado de salvarla. Notaba su respiración demasiado acelerada, y el corazón le pedía salir de su pecho a fuertes pálpitos. Intentó incorporarla, despertarla o reanimarla. Pero nada podía hacer ya. La profunda puñalada que había entre sus costillas había acabado con su vida.
Estaba muerta.
Y él podría haber hecho algo para evitarlo.
Arick miró a todas partes, buscando algo o alguien con la mirada. Alguien que le pudiera ayudar. Pero allí no había nadie.
Cogió de nuevo el móvil. Habían colgado. Con las manos manchadas de sangre, intentó llamar de nuevo, sin separarse de la joven, pero no acertaba a los números en la pantalla táctil. Miró de nuevo el cuerpo de la mujer, ahora inerte, y algo lo sorprendió. Un resplandor azulado salió disparado del bulto bañado en sangre y pasó a través del pecho del chico, esfumándose al instante. Vio perfectamente cómo, en ese mismo momento, los grandes ojos plateados de una niña asustada lo traspasaban de parte a parte, introduciéndose en él y atravesando con un fuerte escalofrío su persona como si de aire se tratara. Se quedó paralizado. Un fuerte pinchazo atacó su diafragma, produciéndole un lacerante dolor cada vez que tomaba aire. Aquellos temerosos, suplicantes y desesperados ojos se grabaron en su memoria a fuego. Arick se dobló sobre sí mismo, con la mirada nublada de terror.
Cuando recuperó el aliento que le había faltado durante un instante que le pareció eterno, Arick se palpó el cuerpo, atónito. ¿Qué acababa de pasar? No sabía si la imaginación le había jugado una mala pasada. Eran demasiados acontecimientos para una sola noche.
Sintiéndose desfallecer por la tensión que se acumulaba en cada uno de sus músculos, logró mantener el equilibrio y se levantó, al sonido de las sirenas.
Y el silencio de la noche se vio roto por la estridente melodía que anunciaba el fin de otra vida.


Los padres de Arick llegaron al hospital. Él se encontraba en el amplio recibidor, sentado en una de las sillas y acurrucado bajo una manta, temblando. Su madre corrió hacia él. Lo abrazó tan fuerte que casi no dejaba respirar al chico. Pero lo agradeció. No había sido precisamente divertido ser testigo de la muerte de alguien. Aún recordaba la sangre por todas partes, el sudor frío, el corazón en la garganta... Y la luz que le traspasó el pecho. No podía darle explicación a aquello, aún no sabía si había sucedido de verdad o no.
-Ay, hijo mío, hijo mío... -Sollozaba su madre-. ¿Estás bien? ¿Qué ha pasado?
-Estoy bien, mamá -la tranquilizó él-, pero aquella chica, aquella pobre mujer... No pude hacer nada para ayudarla...
A Arick se le escapó una lágrima. Había sido horrible. No encontraba las palabras para describirlo. Aún estaba en estado de shock.
Aquella madrugada volvieron a casa. Por fortuna, Arick estaba bien. Pero había demasiadas preguntas que formular, y que, él lo sabía, nadie le podría contestar. ¿Qué quería la mujer que salvara el chico? ¿Acaso no se refería a ella? ¿Quién era ese Sicario? ¿No estaría delirando por la inminente muerte?
El sueño venció a la confusión que regía en su cabeza una vez aterrizó en la cama, a las luces del alba recién nacido.



No al PLAGIO

Protejamos la propiedad intelectual, y respetemos el trabajo y la dedicación del autor. Porque...